El 25 de mayo de 2018 falleció Max Pagès a la edad de 92 años.
Como nos recuerdan sus compañeros del CIRFIP (Centro Internacional de Investigación, Formación e Intervención en Psicosociología), fue uno de los pioneros de la psicosociología francesa, cofundador de la ARIP (asociación para la investigación y la intervención psicosociológica) en 1958, y autor de «La vida afectiva de los grupos» obra fundamental de la literatura psicosociológica. Ha sido interviniente-facilitador, terapeuta, profesor de psicología en la Universidad Paris Dauphine. Creador del Laboratorio de Cambio Social en 1970 que también dirigió Vincent de Gaulejac. Una de sus últimas obras es «La implicación en las ciencias humanas, una clínica de la complejidad» (L’implication dans les sciences humaines, une clinique de la complexité, 2006).
Max Pagès era miembro de honor de la Red Internacional de Sociología Clínica (RISC). A continuación reproducimos en francés y en español (traducción de nuestra compañera Isabel Cerdeira) el mensaje que el Presidente del RISC, Vincent de Gaulejac, remitió con motivo de su fallecimiento:
Max Pagès nació en 1926 en Constantinopla. Es una figura significativa de la psicosociología francesa. Después de los estudios de psicología en la Sorbona y en el Instituto de orientación profesional, estuvo un largo tiempo en los Estados Unidos donde trabajó bajo la dirección de Carl Rogers, a quien hizo conocer en Francia. Dirigió el departamento de psicología industrial de la CEGOS en los años 1950 antes de entrar en la Universidad en la facultad de Rennes, después en la Sorbona. En 1958, funda la Asociación de Investigación y de Intervención Psicosociológica (ARIP) con Guy Palmade. En 1968 es nombrado profesor en la Universidad Paris-Dauphine en la que funda el Laboratorio de Cambio Social. En 1980, une la UFR de ciencias humanas clínicas a la Universidad Paris Diderot. Sus dos primeras obras, “La orientación no directiva en psicoterapia y en psicología social” y “La vida afectiva de los grupos”, publicadas en Dunod en 1966 y 1968, proceden de su tesis en la que esboza una teoría de la relación humana. En 1979, publica el Control de la organización, con M. Bonetti, V. de Gaulejac y Daniel Descendre. En esta investigación, inaugura una epistemología de la complejidad a partir de un análisis pluridisciplinar del sistema de poder en acción en una empresa multinacional hipermoderna. El análisis apunta a entender las relaciones entre los registros económico, político, ideológico y psicológico. Esta obra precursora será reeditada en cinco ocasiones, siendo la última en Presse Universitaires de L´ULB (Universidad Libre de Bélgica) prevista para 2018. La pregunta por las influencias recíprocas entre las organizaciones sociales y las estructuras inconscientes individuales se convertirá en una constante en sus trabajos de investigación. A partir de estos principios epistemológicos, animará una red de investigadores alrededor del Análisis dialéctico que ha producido múltiples encuentros, en particular los coloquios de Spetses, en Grecia, organizados por Klimis Navridis.
En 1980, abandona la Universidad Paris-Dauphine para unirse al Laboratorio de Psicología Social Clínica, dirigido entonces por Claude Revault d´Allonnes, en la UFR de ciencias humanas clínicas. Allí continuará sus reflexiones para construir una teoría de la psicoterapia como práctica compleja en la confluencia de los registros emocional, psíquico – consciente e inconsciente- y de la historia familiar y social. Su práctica de psicodrama emocional, introducida en el trabajo terapéutico individual y en grupo, está descrita en su obra “Psicoterapia y complejidad” (1993). Escribirá una “novela epistemológica” que describe su recorrido intelectual en relación con su historia de vida. En “El trabajo de existir”, escrito con Didier Van den Hove en 1996, busca entender cómo se construye un pensamiento, las fuerzas que lo hacen evolucionar, sus raíces afectivas y familiares, el peso de los acontecimientos sociales, el impacto de las referencias teóricas y finalmente cómo se teje un destino en la intersección de su novela familiar y de su trayectoria social.
En esta obra, se define a sí mismo como un “psicólogo para conversar” preocupado por establecer puentes con las otras disciplinas, por destruir las barreras entre la teoría y la práctica, por articular la búsqueda intelectual y la experiencia personal. El trabajo amoroso es sin duda la obra en la que muestra con una autenticidad desarmante los vínculos indisociables entre el pensamiento racional y la vida íntima. Mezcla allí deliberadamente escritos teóricos, referencias personales, recortes de periódico con el fin de mostrar cómo el pensamiento y la sensibilidad son dos maneras complementarias e indisociables de agarrar el mundo.
Era también un investigador comprometido. El estatuto inaugural del Laboratorio de Cambio Social propone romper con la falsa neutralidad de las ciencias que las mantienen en un estado de dependencia cara a cara con los poderes establecidos con el fin de luchar contra la alienación económica, política, cultural y psicológica. En su libro sobre la violencia política (2003), escrito con diferentes colegas procedentes de horizontes diferentes, se interroga sobre las violencias terroristas y antiterroristas para tratar de comprender en qué momento y bajo qué fuerzas los conflictos escapan a sus autores para transformarse en paranoia colectiva e instalarse en una lógica persecutoria que fabrica sus propios enemigos.
Investigador creativo, a veces incomprendido, cuestionado, era una personalidad que no podía dejar indiferente. Ha abierto pistas para investigaciones y prácticas innovadoras que han influenciado de forma duradera a muchos investigadores en ciencias humanas y a profesionales de la relación. Para quienes han tenido la suerte y el privilegio de acompañarle, sabía trasmitir el gusto por la investigación, el placer por la enseñanza y una curiosidad sin límites por las cosas humanas. Nos autorizó a pensar por nosotros mismos. Nuestro reconocimiento es profundo para el investigador, el profesor y el amigo.
Vincent de Gaulejac
Traducción, Isabel Cerdeira
VERSIÓN ORIGINAL EN FRANCÉS:
Max Pagès est né en 1926 à Constantinople. Il est une figure marquante de la psychosociologie française. Après des études de psychologie à la Sorbonne et à l’Institut nationale d’orientation professionnelle, il fit un long séjour aux USA ou il travailla sous la direction de Carl Rogers, qu’il a fait connaître en France. Il dirigea le bureau de psychologie industrielle de la CEGOS dans les années 1950 avant d’entrer à l’Université à la faculté de Rennes, puis à la Sorbonne. En 1958, il fonde l’Association de Recherche et d’Intervention Psychosociologique (ARIP) avec Guy Palmade. En 1968 il est nommé professeur à l’Université Paris-Dauphine dans laquelle il fonde le Laboratoire de changement social. En 1980, il rejoint l’UFR de sciences humaines cliniques à l’Université Paris Diderot. Ses deux premiers ouvrages, « L’orientation non directive en psychothérapie et en psychologie sociale » et « La vie affective des groupes », publiés chez Dunod en 1966 et 1968, sont issus de sa thèse dans laquelle il esquisse une théorie de la relation humaine. En 1979, il publie l’Emprise de l’organisation, avec M. Bonetti, V. de Gaulejac et Daniel Descendre. Dans cette recherche, il inaugure une épistémologie de la complexité à partir d’une analyse pluridisciplinaire du système de pouvoir à l’œuvre dans une entreprise multinationale hypermodernes. L’analyse vise à comprendre les rapports entre les registres économique, politique, idéologique et psychologique. Cet ouvrage précurseur sera réédité à cinq reprises dont la dernière aux Presse Universitaires de L’ULB (Université Libre de Belgique) prévue en 2018. La question des influences réciproques entre les organisations sociales et les structures inconscientes individuelles deviendra une constante de ses travaux de recherche. À partir de ces principes épistémologiques, il animera un réseau de chercheurs autour de l’Analyse dialectique qui a donné lieu à de multiples rencontres, en particulier les colloques de Spetses, en Grèce, organisés avec Klimis Navridis.
En 1980, il quitte l’université Paris Dauphine pour rejoindre le Laboratoire de psychologie sociale clinique, dirigé à l’époque par Claude Revault d’Allonnes, à l’UFR de sciences humaines cliniques. Il y poursuivra ses réflexions pour édifier une théorie de la psychothérapie comme pratique complexe au confluent des registres émotionnel, psychique – conscient et inconscient – et de l’histoire familiale et sociale. Sa pratique du psychodrame émotionnel, introduite dans le travail thérapeutique individuel et en groupe, est décrite dans son ouvrage « psychothérapie et complexité » (1993). Il écrira un « roman épistémologique » qui retrace son parcours intellectuel en lien avec son histoire de vie. Dans « Le travail d’exister », écrit avec Didier Van den Hove en 1996, il cherche à comprendre comment se construit une pensée, les forces qui la font évoluer, ses racines affectives et familiales, le poids des évènements sociaux, l’entrechoc des références théoriques et finalement comment se tisse un destin au carrefour de son roman familial et de sa trajectoire sociale.
Dans cet ouvrage, il se définit lui-même comme un « psychologue conversant » soucieux d’établir des passerelles avec les autres disciplines, de détruire les barrières entre la théorie et la pratique, d’articuler la recherche intellectuelle et l’expérience personnelle. Le travail amoureux est sans doute l’ouvrage dans lequel il montre avec une authenticité désarmante les liens indissociables entre la pensée rationnelle et la vie intime. Il y mélange délibérément des écrits théoriques, des références personnelles, des extraits de journal afin de montrer comment la pensée et la sensibilité sont deux façons complémentaires et indissociables de saisir le monde.
Il était aussi un chercheur engagé. La charte inaugurale du Laboratoire de changement social propose de rompre avec la fausse neutralité des sciences qui les maintiennent dans un état de dépendance vis-à-vis des pouvoirs établis afin de lutter contre l’aliénation économique, politique, culturelle et psychologique. Dans son livre sur la violence politique (2003), écrit avec différents collègues issus d’horizons différents, il s’interroge sur les violences terroristes et anti terroristes pour tenter de comprendre à quel moment et sous quelles forces les conflits échappent à leurs auteurs pour se transformer en paranoïa collective et s’installer dans une logique persécutoire qui fabrique ses propres ennemis.
Chercheur créatif, parfois incompris, contesté, il était une personnalité qui ne pouvait laisser indifférent. Il a ouvert des pistes de recherches et des pratiques innovantes qui ont influencées durablement beaucoup de chercheurs en sciences humaines et de professionnels de la relation. Pour ceux qui ont eu la chance et le privilège de le côtoyer, il savait transmettre le goût de la recherche, le plaisir de l’enseignement et une curiosité sans bornes pour les choses humaines. Il nous autorisait à penser par nous-mêmes. Notre reconnaissance est profonde pour le chercheur, le professeur et l’ami.
Vincent de Gaulejac
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